¿Por qué habríamos de ser siervos de las disciplinas que creamos cuando en realidad debemos ser sus amos? Nietzsche dice que el hombre debe amar sus acciones, incluso con un amor mayor del que ellas merecen, ya que sin este amor desmedido nada de valor puede realizarse. Esta es, por lo tanto, la única forma de proceder que asegura estar creando historia nueva; libre de la necesidad de medir sus deseos con el rasero de los habitantes del pasado, el hombre da lo mejor de sí. Hay que devolver la Historia a su lugar crítico, pero siempre teniendo en cuenta que somos sus legítimos jueces. No nos sirve estar sumergidos permanentemente en el pasado, ni en el colectivo ni en el individual, y mucho menos tornar ese juicio despiadado contra nosotros mismos. Aplicar semejante grado de justicia a nuestras acciones equivaldría a obstruirlas.
